Los signos de corrección son anteriores a la aparición de la imprenta. Ya en la Edad Media los
correctores de manuscritos indicaban los cambios haciendo, al margen, signos que recordaban
en su grafía a las letras griegas.
Hoy en día, la aparición de las técnicas de autoedición y la utilización de los correctores ortográficos
que incluyen los procesadores de texto han dado la idea, desde luego errónea, de que
las artes gráficas ya no necesitan del ojo del corrector ortotipográfico para producir una publicación
correcta. Cada vez podemos observar más materiales publicados tanto en soporte impreso
como digital donde aparece una profusión de errores y erratas que pasan inadvertidos para sus
autores o editores. Evidentemente el filtro y la revisión son cada vez menores y parece que,
entre tanta profusión de contenidos escritos, el lector es menos exigente que antes.
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